Reseña Crítica
Caso del Hombre de los Lobos
Palabras
clave: Escena
primaria, infancia, lobos, distorsión sexual.
Nadie
se enferma por ver el coito entre los padres, sino que éste viene siendo un
detonante de algo ya existente en la mente del individuo. Es decir, presenciar
el acto sexual no es un trauma en sí, más bien las imaginaciones y constructos
que éste se crea a raíz de la observación y el poco entendimiento o comprensión
que tiene del acto lo que le lleve a generar sus propias fantasías con algo de
miedo y pulsión libidinal al mismo tiempo.
Tal es
el caso de Sergei Pankejeff que desde muy temprana edad presenció un acto
sexual entre sus padres, acción a la que Freud posteriormente le daría el
nombre de escena primaria la cual a consideración de Freud provoca un trauma
psíquico y repercusiones conductuales.
Sergei
relata a Freud que habiendo sido hasta los cuatro años un niño totalmente
normal, a partir de ese momento sufrió una alteración del carácter y se
mostraba siempre “descontento, excitable y rabioso; todo le irritaba y en tales
casos gritaba y pateaba salvajemente”. Esta transformación parece coincidir en
el tiempo con un miedo feroz a los animales, miedo del que su hermana se
aprovechaba para atormentarle. Solía mostrarle una estampa de un libro de
cuentos en la que aparecía un lobo andando a dos pies, estampa que
desencadenaba en él un verdadero terror. Estos miedos se transformaron en un
trastorno obsesivo de contenido religioso. Antes de dormir tenía que rezar
durante horas, santiguarse numerosas veces y besar todas las estampas
religiosas que colgaban de las paredes. Sin embargo, al tiempo que rezaba no
podía dejar de blasfemar, lo que le obligaba (por penitencia) a prolongar
infinitamente sus rezos. Así, por ejemplo, asociaba a Dios con las palabras
cochino o basura y a la Santísima Trinidad con tres montones de estiércol. En
aquella época también ejecutaba un curioso ritual: cuando veía a algún mendigo
o enfermo respiraba profundamente y luego expiraba como para expulsar de sí su
mala influencia.
El
miedo incomprensible que Sergei sentía lo orillaba a buscar protección por las
cuestiones religiosas y la blasfemia que manifestaba nos da crédito a pensar
que no era meramente pura su fe, tan solo una forma de refugio que el construía
del mismo modo que edificaba pensamientos que para el eran pecaminosos.
El
sueño que narro a Freud consistía: en 6 lobos blancos que Sergei veía trepados
en un árbol que más bien parecían zorros o perros de ganado, considerando así
que este era su primer sueño de angustia.
La quietud de los lobos es, a su vez
la transfiguración por antítesis de algún episodio violento. Sus largas colas
son símbolos fálicos y con ellas se relaciona una historia contada en aquella
época por su abuelo en la que un lobo pierde la cola. Nuevamente la castración.
El lobo, por último, en tanto que inspira miedo y respeto, parece simbolizar al
padre
Con
todos estos elementos Freud cree que el sueño esconde la contemplación a una
edad temprana por parte de Pankejeff de la “escena primaria”
Al ser
Pankejeff tans olo un niño, no logra entender lo que sucede durante el acto
sexual, diría Piaget, “su esquema fue roto”, y se torna una idea confusa de lo
que es el sexo. Y claro es justificable para un niño, y como Freud afirmaba en
todos existe fuertemente la pulsión libidinal, y a muy temprana edad Serguei intensifico
esta pulsión en una orientación errónea.
El
coito entre sus padres. Además en una posición especialmente significativa ya
que deja a la vista los genitales. La posición que el niño percibe de los
padres al hacer el amor es como algo grotesco, y sin lograr entender que es lo
que pasaba lo asocia como una figura de un lobo “atacando”. (“Erguido el padre,
y la madre agachada en posición animal”, coitus a tergo, more ferarum).
Una de
las consecuencias futuras de esta visión que apoya la interpretación de Freud
es que el sujeto desarrollara un impulso obsesivo, inexplicable e irreprimible
hacia las mujeres que adopten esa postura.
Pankejeff
comunica durante la terapia extraños sueños en los que aparece agrediendo a su
hermana y arrancándole sus velos o algo así. Estos sueños hacen emerger un
recuerdo verdadero antitético, es decir, un recuerdo en el que él era agredido
por su hermana y quedaba cuestionada su masculinidad. Había ocurrido que a los
tres años y medio su hermana le había cogido el miembro y había jugueteado con
él diciéndole que aquello era normal y que su amada chacha lo hacía con todo el
mundo. Cuando en la pubertad intentó aproximarse físicamente a su hermana y esta
lo rechazó, el sujeto, para vengarse de ella, rebajarla y reafirmarse, se aficionó
a las criadas, de inteligencia inferior a la suya.
Uno de
sus tantos impulsos le costo la gonorrea que sufrió posteriormente. El miedo al
lobo, que tanto angustiaba a Pankejeff, era, según Freud, una advertencia del
yo contra el secreto deseo de adoptar el papel de la madre, un papel
sexualmente pasivo, homosexual y, por tanto, castrante.
El significado
del excremento es múltiple. En principio el niño lo percibe como un regalo, una
parte de sí mismo que ofrece a la persona querida. Luego, por antítesis, puede
utilizarlo como modo de protesta. Así, el grumusmerdae que dejan los
ladrones, al mismo tiempo, burla e indemnización. El excremento también puede
identificarse con el “niño”. Cuando en su etapa masoquista maltrataba animales pequeños
estos significaban siempre niños. Este odio era el reflejo de los celos hacia
su madre que obtenía satisfacción sexual de su padre y podía darle hijos. Esta
utilización sexual de excremento es típica del complejo de castración y la
adopción de un papel sexual femenino.
En
cualquier caso, las creencias religiosas le permitieron sublimar la relación
con su padre. Identificándose con Cristo podía amar al Padre sin sentirse
culpable y sin tener, por tanto, que ejercer represión alguna sobre sus deseos
homosexuales.
Bibliografía:
-Freud, S.
(2009) Estudio sobre el caso hombre de los lobos. Volumen5 (pp. 3-16)
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