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domingo, 1 de abril de 2012

¡No duermas a tus hijos contigo!

Reseña Crítica
Caso del Hombre de los Lobos

Por: Sujey Erandi Paredes Cisneros y Jessie Edrei Andrés León
Palabras clave: Escena primaria, infancia, lobos, distorsión sexual.

Nadie se enferma por ver el coito entre los padres, sino que éste viene siendo un detonante de algo ya existente en la mente del individuo. Es decir, presenciar el acto sexual no es un trauma en sí, más bien las imaginaciones y constructos que éste se crea a raíz de la observación y el poco entendimiento o comprensión que tiene del acto lo que le lleve a generar sus propias fantasías con algo de miedo y pulsión libidinal al mismo tiempo.

Tal es el caso de Sergei Pankejeff que desde muy temprana edad presenció un acto sexual entre sus padres, acción a la que Freud posteriormente le daría el nombre de escena primaria la cual a consideración de Freud provoca un trauma psíquico y repercusiones conductuales.

Sergei relata a Freud que habiendo sido hasta los cuatro años un niño totalmente normal, a partir de ese momento sufrió una alteración del carácter y se mostraba siempre “descontento, excitable y rabioso; todo le irritaba y en tales casos gritaba y pateaba salvajemente”. Esta transformación parece coincidir en el tiempo con un miedo feroz a los animales, miedo del que su hermana se aprovechaba para atormentarle. Solía mostrarle una estampa de un libro de cuentos en la que aparecía un lobo andando a dos pies, estampa que desencadenaba en él un verdadero terror. Estos miedos se transformaron en un trastorno obsesivo de contenido religioso. Antes de dormir tenía que rezar durante horas, santiguarse numerosas veces y besar todas las estampas religiosas que colgaban de las paredes. Sin embargo, al tiempo que rezaba no podía dejar de blasfemar, lo que le obligaba (por penitencia) a prolongar infinitamente sus rezos. Así, por ejemplo, asociaba a Dios con las palabras cochino o basura y a la Santísima Trinidad con tres montones de estiércol. En aquella época también ejecutaba un curioso ritual: cuando veía a algún mendigo o enfermo respiraba profundamente y luego expiraba como para expulsar de sí su mala influencia.

El miedo incomprensible que Sergei sentía lo orillaba a buscar protección por las cuestiones religiosas y la blasfemia que manifestaba nos da crédito a pensar que no era meramente pura su fe, tan solo una forma de refugio que el construía del mismo modo que edificaba pensamientos que para el eran pecaminosos.

El sueño que narro a Freud consistía: en 6 lobos blancos que Sergei veía trepados en un árbol que más bien parecían zorros o perros de ganado, considerando así que este era su primer sueño de angustia. 
La quietud de los lobos es, a su vez la transfiguración por antítesis de algún episodio violento. Sus largas colas son símbolos fálicos y con ellas se relaciona una historia contada en aquella época por su abuelo en la que un lobo pierde la cola. Nuevamente la castración. El lobo, por último, en tanto que inspira miedo y respeto, parece simbolizar al padre

Con todos estos elementos Freud cree que el sueño esconde la contemplación a una edad temprana por parte de Pankejeff de la “escena primaria”

Al ser Pankejeff tans olo un niño, no logra entender lo que sucede durante el acto sexual, diría Piaget, “su esquema fue roto”, y se torna una idea confusa de lo que es el sexo. Y claro es justificable para un niño, y como Freud afirmaba en todos existe fuertemente la pulsión libidinal, y a muy temprana edad Serguei intensifico esta pulsión en una orientación errónea.

El coito entre sus padres. Además en una posición especialmente significativa ya que deja a la vista los genitales. La posición que el niño percibe de los padres al hacer el amor es como algo grotesco, y sin lograr entender que es lo que pasaba lo asocia como una figura de un lobo “atacando”. (“Erguido el padre, y la madre agachada en posición animal”, coitus a tergo, more ferarum).


Una de las consecuencias futuras de esta visión que apoya la interpretación de Freud es que el sujeto desarrollara un impulso obsesivo, inexplicable e irreprimible hacia las mujeres que adopten esa postura.
 
Pankejeff comunica durante la terapia extraños sueños en los que aparece agrediendo a su hermana y arrancándole sus velos o algo así. Estos sueños hacen emerger un recuerdo verdadero antitético, es decir, un recuerdo en el que él era agredido por su hermana y quedaba cuestionada su masculinidad. Había ocurrido que a los tres años y medio su hermana le había cogido el miembro y había jugueteado con él diciéndole que aquello era normal y que su amada chacha lo hacía con todo el mundo. Cuando en la pubertad intentó aproximarse físicamente a su hermana y esta lo rechazó, el sujeto, para vengarse de ella, rebajarla y reafirmarse, se aficionó a las criadas, de inteligencia inferior a la suya.

Uno de sus tantos impulsos le costo la gonorrea que sufrió posteriormente. El miedo al lobo, que tanto angustiaba a Pankejeff, era, según Freud, una advertencia del yo contra el secreto deseo de adoptar el papel de la madre, un papel sexualmente pasivo, homosexual y, por tanto, castrante.

El significado del excremento es múltiple. En principio el niño lo percibe como un regalo, una parte de sí mismo que ofrece a la persona querida. Luego, por antítesis, puede utilizarlo como modo de protesta. Así, el grumusmerdae que dejan los ladrones, al mismo tiempo, burla e indemnización. El excremento también puede identificarse con el “niño”. Cuando en su etapa masoquista maltrataba animales pequeños estos significaban siempre niños. Este odio era el reflejo de los celos hacia su madre que obtenía satisfacción sexual de su padre y podía darle hijos. Esta utilización sexual de excremento es típica del complejo de castración y la adopción de un papel sexual femenino.

En cualquier caso, las creencias religiosas le permitieron sublimar la relación con su padre. Identificándose con Cristo podía amar al Padre sin sentirse culpable y sin tener, por tanto, que ejercer represión alguna sobre sus deseos homosexuales.



Bibliografía:

-Freud, S. (2009) Estudio sobre el caso hombre de los lobos. Volumen5 (pp. 3-16)

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